Soy Cristina, la mamá de la Lola.

Esta de la foto soy yo. Cristina.

Treinta y siete años tengo. Y un recuerdo.

El recuerdo de cortar tallos para crear composiciones florales.

Desde que tengo uso de razón, he estado entre flores. Es lo que tiene que tus padres tengan una floristería.

Allí hacía mis deberes, allí monté mi primer negocio con las flores que le sobraban a mis padres en la floristería, y por allí se cruzó el padre de mis hijos.

Pero todo tiene una evolución.

Esa evolución me llevó a buscar la forma de compaginar mi trabajo con mi familia. Una familia con tres terremotos de los que no me quiero perder nada.

Cuando nació mi primera hija, decidí que era ella lo primero.

Si una, era importante, tener tres es una importancia exponencial.

Pero no quería dejar de lado el mundo floral tras casi 25 años entre rosas, eucalipto o tulipanes.

Así que lo que hago hoy en el taller es mantener mis dos pasiones: las flores y mi familia.

Porque de eso se trata, de poner pasión en lo que haces. Ya sea mi familia o un centro que va a darle vida a una mesa en cualquier parte de España.

Las mañanas para las flores mientras están en el cole mis enanos, y la tarde, para ellos. 

Y las flores...eternas.

La flor natural es preciosa, pero a día de hoy, una flor preservada, no tiene nada que envidiar a la natural. A veces, ni el precio. Y el tiempo, no mengua. Una flor, un centro, un marco, un regalo, que con los cuidados necesarios, se convierte en algo eterno.

Por eso me centré en las composiones con flores preservadas.

En crear composiciones con arte que demuestren la sangre que corre por mis venas.

Pero no pienses que yo me encargo de todo, que no. Que una tienda online, es igual o más complicada que abrir un tienda física.

Tengo la ayuda técnica del padre de mis criaturas, y su apoyo para llevar este proyecto a buen puerto.

Ya sabes el dicho, familia unida...

Ah, que se me olvidaba, fíjate como sera la devoción que tengo por mis hijos, que la Lola que le da nombre al sitio donde estás, es mi hija mayor.